En 1991 reformé este salón ubicado en el tercer piso de La Fábrica, justo encima de la ‘Catedral’ que nos recordaba al loft que compartíamos en Nueva York.
Este espacio casi perfecto en forma de cubo, elevado en su tamaño y altura, sin embargo, fue domesticado en un acogedor interior a escala humana.
El concepto se articuló de sus propios alrededores: los jardines colgantes de los techos de La Fábrica. El propósito fue valorizar este fantástico espacio en el respeto del espíritu original del lugar.
Respeté todos los elementos absurdos y mágicos que ya estaban allí: tubos de conducción desnudos y estructuras colgantes de acero obsoletas de otra época.
En el centro se instaló la escultura de mármol blanco de Ricardo Bofill ‘Torsade’, desafiando la gravedad.
El suelo de hormigón pintado con una simple pintura blanca, unas cortinas de algodón blanco dejando entrever las paredes brutas de ladrillo rojo, cemento y la cantidad infinita de ventanales, aportaron una extraordinaria luminosidad.
Domestiqué la sala con unas estanterías perimetrales, creando una biblioteca horizontal, y unas jardineras proveía a la estancia de plantas que llegaron a tocar los techos.
Sectorice el espacio en tres funciones: salón, trabajo y comedor en el altillo, con una cocina anexa, el mobiliario simple y racional en contraste con las delicadas mesas y sillas de Mackintosh del comedor.
Segun The New York Times este espacio ha sido en el 2018 considerado como uno de los diseños más influyentes de la última década.
The 25 Rooms That Influence the Way We Design – The New York Times (nytimes.com)